jueves, 26 de noviembre de 2015

MONASTERIO DE SAMOS

El monasterio de San Julián de Samos, fundado en el siglo VI, pertenece a la orden de los benedictinos y está en el municipio de Lugo, Galicia, España.

Con unos 1500 años de vida monástica casi sin interrupción, esta Abadía alberga  la historia de muchos pueblos y hombres que pasaron por ella, celtas, suevos, visigodos, musulmanes, satures, leoneses, castellanos, franceses… y siguen pasando pues el monasterio se encuentra en la ruta del Camino de Santiago. Pero sobre todo, alberga un tipo de vida monástica marcado por la cultura gallega, por nuestro pueblo, por su historia y por sus gentes, basado en un modo de vida: “Ora et Labora”. Aquí fue formado el fundador de Santiago de Compostela que hará mundialmente conocido a nuestro país.


UN POCO DE HISTORIA: 

En el siglo VI, propiciado por San Martín de Dumio, se asentaron en Samos los primeros religiosos que fundaron este monasterio. Aquellas comunidades religiosas se regían por Reglas Hispanas como las de, pero a partir del Siglo X la regla de San Benito ordenó la vida monástica en este cenobio. Las múltiples donaciones hechas por los reyes y nobles fomentaron su importancia tanto dentro como fuera de la comarca. El renombre de este Monasterio y su situación en el Camino de Santiago lo convirtió en lugar de obligado descanso de los caminantes en su peregrinaje a la capital gallega.

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Foto de un caminante a su paso por el monasterio.

A partir del siglo XVI la comunidad benedictina de Samos pertenece a la Congregación de la Observancia de Valladolid, alcanzando en esos tiempos su mayor importancia histórica. Reyes, nobles, obispos y artistas fueron testigos de la hospitalidad de este monasterio, del que salieron personajes muy importantes en la cultura e historia de España, como el Padre Benito o Jerónimo Feijóo, sumado a ochos obispos.

Durante el siglo XIX, el monasterio se convirtió en hospital de guerra durante la invasión francesa, atendiendo simultáneamente a más de 800 heridos. La Desamortización de Mendizábal provocó que los monjes abandonaran su milenaria morada. Éstos retornaron en el año 1880, restaurando los muros del noble edificio y renovando la vida monástica hasta la actualidad.



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