Custodiado por la sierra de Barbanza, es el más típico ejemplo de castro marítimo. Su belleza no reside únicamente en las murallas que lo circundan o en sus construcciones, sino en el lugar elegido en el siglo IV a.C por la tribu celta de los presamarcos para su ubicación: una península rocosa separada de la tierra por un istmo de arena y defendida de forma natural de los asedios por un mar y un gran acantilado rocoso. Un auténtico bastión de resistencia.
EL POBLADO: Dividido en dos niveles, las construcciones que se descubren en él son de planta circular, con banco corrido y sin puertas ni ventanas. De la actividad de sus habitantes dan cuenta el horno, fuera del recinto amurallado, algunos molinos y la zona llamada concheiro, donde se acumulan conchas de los moluscos que recolectaban.
FORTIFICACIONES: Los primeros vestigios de murallas aparecen en el istmo arenoso que da acceso a la península, aunque más adelante son visibles hasta tres encintados de muros pararelos y escanolados, en algunos casos de hasta un metro de ancho. Finalizan en una puerta de entrad flanqueada por una torre trapezoidal.
PLAYA DE AREALONGA: El mismo camino rocoso que conduce al castro de Baroña deja, a la izquierda, la senda que va a morir a esta playa bordeada de pinares. Su arena fina y dorada, su reservada situación, su bravo oleaje y el fuerte viento que aquí sopla invitan a turistas, naturistas y surferos a convivir en armonía.
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